Voy a intentar resumir lo básico (podría escribirse un tratado) sobre cuándo, cómo y porqué hay que acudir a un centro sanitario.
Lo primero de todo, deciros que el horario de atención al público en un centro de salud es, generalmente, de 8 a 20 horas, aunque hay centros en nuestra Andalucía que abren sus puertas únicamente de 8 a 15 horas. Esto casi seguro que lo sabéis, pero seguro que no sabéis que del horario de un médico que trabaja en la sanidad pública, sólo el 50% debería ser usado para la atención directa al público. Los médicos, además de atender al público, debemos formarnos todos los días (leer -el periódico en casa-, conectar con compañeros a través de internet, consultar libros, acudir a sesiones de formación continuada, cursos…). También entre nuestras funciones, está la investigación, a la que deberíamos dedicar parte de nuestra jornada. Otra función que tenemos muchos, es la función docente (formamos a otros médicos o a estudiantes de medicina), que también requiere su tiempo. ¿Que decir de la carga burrocrática que soportamos? (he puesto burrocracia con dos eres porque a mí me gusta denominarla así): es una carga pesada e insufrible de interminable papeleo para decirles a los gestores que hoy vimos a 5 o a 50 y que 2 fueron niños sanos y que se hicieron 3 espirometrías y una cirugía menor. Pero no sólo es esto, es el receteo, el rellenar interminables formularios para pedir una analítica o una consulta al especialista. En la era de la informática, la burrocracia es insoportable, pues se podría suprimir de un plumazo con un buen sistema de gestión informático, aunque ya sabéis que bueno, bonito, barato y sin pagar «comisiones» no hay. Así, que cuando a usted le den una cita a las 11, HAGA EL FAVOR DE IR A LAS 11, porque aunque vea la puerta del médico desierta a otras horas, seguro que no se está echando la siesta: puede estar formándose, formando, informando (incluso uniformándose para completar el juego de palabras -esto a primera hora de la mañana-).
Quien, no sólo puede, sino que debe ir sin cita al grito de «abrid paso!»: las urgencias. Y mire ustéd, se lo voy a decir a la cara: no es una urgencia hacer una receta de otro médico, no es una urgencia hacer un volante para un especialista, no es una urgencia una molestia con la que uno lleva varios días… Si queréis saber lo que es una urgencia, clicad aquí. Y sí, nos molesta que vengáis sin cita intentándoos colar por delante de los citados (o por detrás) cuando el motivo de consulta no es urgente. Esto para nosotros los médicos, es inconcebible, habida cuenta que tenéis un teléfono (Salud Responde) que os resuelve dudas sanitarias, que os puede pasar con un médico si vuestra consulta es urgente, que podéis usar internet para buscar información, que podéis llamar por teléfono a la consulta, que podéis enviar un correo electrónico a vuestro médico. Cada vez que lo hacéis, hacéis un mal uso del servicio, con las consecuencias nefastas que eso trae: el mal uso se contagia rápidamente a otros usuarios (los que yo denomino «abusuarios»), el médico no puede formarse, informar, formar y a veces ni uniformar, y eso, aunque vosotros no lo creáis va en perjuicio, a largo plazo, de la calidad con la que se os atiende.
En este punto también os voy a sacar de un gravísimo error: LAS CITAS URGENTES NO EXISTEN! La urgencia verdadera se atiende de inmediato, interrumpiendo la consulta si es necesario. Lo otro, mire usted, es venir SIN CITA, que la administración sanitaria y algunos compañeros nombran eufemísticamente hablando, como citas no demorables.
Tal vez penséis: bueno, pues si nos está diciendo que no vayamos urgente al centro de salud, vayamos a Urgencias: NO! Eso no es lo que yo os digo. Antes de ir a interferir el trabajo de los servicios de urgencia, prefiero que venga a interferir el mío, pero que quede claro que cualquier interrupción no justificada de la consulta va en perjuicio de la calidad del servicio que prestamos.
Sabed también que una demora razonable es que pidáis cita hoy y os la den para mañana (24 horas) y que pretender que todo hay que verlo hoy es irracional y contraproducente para el buen funcionamiento del sistema. Sed previsores cuando os vaya quedando poca medicación en el caso de enfermos crónicos y solicitad la cita para este tipo de cosas con una semana de antelación para cuando os quede medicación para menos de 7 días (6 días lo ideal), es decir, 13 días antes de que se acabe el medicamento, solicitad una cita para la semana siguiente, así podréis elegir mejor el día y la hora a través de Salud Responde o por Intersas. Nunca nos podréis convencer de que es urgente recetarle algo que se le ha terminado hoy, ni que hay que recetarle algo que lo debió recetar el médico de urgencias, que para vuestra información, tiene obligación de expediros todas las recetas de todos los medicamentos que él haya aconsejado. A él no se le acaban las recetas: es que no las solicita. En Urgencias no está prohibido hacer recetas, temen a los abusuarios y pagan justos por pecadores. Cuando os las nieguen: hoja de reclamaciones al canto (esto si es motivo de reclamación y no que tardaron 6 horas en verme porque me picó un mosquito). Los usuarios «buenos» tenéis una enorme responsabilidad que no habéis sabido asumir y dejáis que los «malos» hagan una continua labor de zapa sobre el sistema que acabará por hundirlo. El 99% de las reclamaciones son injustificadas. El 99% de las ocasiones en que sería aconsejable poner una reclamación, no se pone. Así nos va a todos.
Cambiando de tercio, pero siguiendo con el tema, una vez decidido que tenemos que ir al médico, lo suyo es pedir cita: intersas, salud responde, llamando al centro de salud o personándose en él. En ninguno de estos sitios se dan citas de urgencia. Os lo repito: eso, no existe. Cuando el celador o la administrativa os dice: «no hay cita, pero os la doy como urgente», os está diciendo: «No hay cita, vaya usted a la puerta del médico sin cita, que yo ya lo he anotado en una lista especial con lo que él sabe que usted no tiene cita y aténgase a las consecuencias de ir a verlo sin cita: esperará más que los que la tienen, es probable que no le haga esas recetas aunque se tire esperando dos horas y no cuente usted con que le vaya a dar ningún volante para ningún especialista». Las urgencias verdaderas, si pasan por el mostrador (porque no sepan donde está la consulta), entran a grito pelado y JAMAS SE LES PIDE DATO ALGUNO hasta no haber sido adecuadamente atendida y estabilizada.
Antes de ir al médico, conviene ver si lo llevamos todo: tarjeta sanitaria, informe que queremos enseñar, nombre de las medicinas que tomamos (no vaya a ser que el sistema informático esté colgado -cosa infrecuente pero no imposible- y nosotros no sepamos cuales son las pastillitas blancas y redonditas que vienen en una caja de carton blanco con unas rayas amarillas), pequeño informe de la persona que plantea la duda (a veces la duda nos la plantea un profesor y quien nos la traduce es una madre o una abuela a quien a su vez se la ha traducido la madre), sea el profesor, la madre si no acompaña al niño (muy frecuente preguntar a la abuela: ha vomitado, ha tenido fiebre, cuanta fiebre ha tenido, cuantos días lleva enfermo… y que la abuela no tenga ni idea -no somos adivinos y cuantas más pistas se nos faciliten y MAS FIABLES sean las pistas, mucho mejor-). Obviamente podemos prescindir de este informe si al paciente lo acompaña la persona que quiere plantearnos la duda.
En la sala de espera, guardad silencio o hablad en voz baja, aprovechad la espera para leer los carteles que puede haber en la puerta. Ojo avizor con los listos que se os quieran colar porque están «urgentes» (los urgentes nunca están esperando), porque los que tenéis cita indudablemente lleváis más tiempo esperando (contabiliza desde el momento en el que pedísteis cita desde casa y no desde el momento en que llegásteis al centro de salud -¡premio a la puntualidad y al uso responsable de los servicios!-), que el que lleva una hora en la sala de espera con su niño que lleva tres días picándole el culo y ha pasado muy mala noche (en ningún momento se ha planteado desde que comenzó el picor anal solicitar una cita que es lo que hubiese sido aconsejable).
Por último, una vez en la consulta, escuchad con atención, no olvidaros plantear todas las dudas (aunque alguna duda ulterior requiera de una llamada de teléfono o un correo electrónico). No salgáis pensando: no me he enterado de nada. En ocasiones, los médicos, aunque no deberíamos hacerlo, hablamos con un lenguaje difícil de entender aunque para nosotros sea un lenguaje bastante natural. Es malísima idea ir a preguntarle a otro médico lo que se quiso decir en la consulta y esto es muy frecuente cuando de consultas con el especialista se trata: lo van a operar pero no me explicaron bien que le iban a hacer, me han dicho que tiene un nosequé en la barriga y yo no me quedo tranquila… Preguntar no es ofender. Tampoco confundáis preguntar una duda con perseverar en la misma duda una y otra vez (hay dudas que el médico no puede resolver). El médico en ocasiones os da las alternativas para que vosotros decidáis y si hace esto, es porque vosotros sois los que tenéis el deber y la responsabilidad de decidir (y vosotros tendréis que aprender a sobrellevar ese grado de incertidumbre). En ocasiones deberéis pedir posibles alternativas que el médico en un primer momento no os ha planteado: la posibilidad de no usar un antibiótico, la posibilidad de acudir a un especialista (esto puede molestar un poquito, pero con diplomacia, todo es preguntable).
Y algunos consejos generales:
1.- No vayáis de listillos o chistosos: ¿Que le pasa a Pedrito? Yo que sé! a eso vengo!.
2.- No le indiquéis al medico lo que tiene que hacer (nos sienta más o menos igual que si al panadero le dices la levadura que tiene que poner, al albañil el cemento que tiene que añadir o al carpintero como tiene que lijar -básicamente nos pone de un humor de perros-), aunque si podéis plantearle con diplomacia lo que os gustaría que hiciera. Nada de «vengo a que me lo mande al oculista». Mucho mejor «vengo porque creo que ve mal y no se si convendría que lo viese el oculista. Me gustaría que usted me aconsejara».
3.- No intentéis obligar al médico a que haga algo en contra de sus conocimiento: recetar algo que prescribió otro y con lo que no está de acuerdo, derivar a un especialista para que confirme lo que él ya sabe, que haga pruebas de todo tipo, que os aseguro, acarrean en ocasiones más incertidumbre que conocimientos útiles.
4.- No pretendáis que el médico os resuelva lo que vosotros debéis resolver: cambiar una cita con el especialista, reclamar una revisión que no llega, pedir explicaciones sobre lo que ha hecho otro médico.
5.- Jamás discutáis en mal tono con el médico: plantead vuestras dudas; si no os gusta el tono en el que os habla, decídselo educadamente. Si pensáis que, a pesar de vuestra llamada de atención educada, os ha atendido mal, no iniciéis un estéril enfrentamiento verbal: poned una reclamación.
6.- No os molestéis cuando os informe de cómo se deben usar los servicios: que tal o cual cosa no es una urgencia, que para tal cosa hay que coger tal o cual tipo de cita, que os pida la tarjeta sanitaria. Ya nos gustaría a los médicos que las autoridades sanitarias os explicasen en que consiste el uso adecuado de los servicios, pero a falta de pan, conformaros con tortas, y para muestra, este botón.
¿A que os gustaría llegar al centro y encontraros la sala como la segunda foto y no como la primera?